Story Collider En Español: Historias científicas en español

En el episodio de esta semana, nuestros dos narradores comparten historias reales y personales sobre la ciencia en español.

Parte 1: Ro Moran nos cuenta de un tiempo cuando él se hizo cargo de la vida de un animal y los corazones de sus compañeros de clase.

Ro is an award-winning chicken wing eater with a penchant for storytelling. His credits include Prose of Pie, Tiny Tales, and other open mic shows. He is most celebrated for his groundbreaking guitar/comedy duo with his daughter. They’ve since broken up due to ‘creative differences’ .

Billboard Magazine has referred to Ro Moran as “Who?!” When Ro isn’t telling tall tales, he is a social justice warrior for a national human rights non profit.

Parte 2: En su primer semestre de ser profesora, Ana Maria Porras les enseña has sus estudiantes que es ser realmente poderosa y humilde.

Dr. Ana Maria Porras is a biomedical engineer who studies the human gut microbiome. She uses biomaterials to study how both good and bad microbes in our intestines affect our health. And she also crochets them! She currently works as a Cornell Presidential Postdoctoral Fellow and is always finding new ways to engage with the public in the U.S. and Latin America using her crocheted microbes. She got her BS at the University of Texas at Austin and a PhD at the University of Wisconsin. She loves to bake, dance, read, watch tv, and, above all, eat ice cream.

 

Transcripción del episodio

Parte 1

Gracias. Hay que bajar un poco y no me da pena. Somos chiquitos. Los latinos somos. Y con orgullo. ¿Verdad? Está bien. Así que a mi me encanta hacer feliz a la gente. ¿Y saben qué? Soy bueno para hacer eso. Y me encanta hacer lo que trato de hacerlo a cada rato. Y no hay nada que me guste más que cuando una persona tiene la cara así, toda agria. ¿Verdad? Eso me van a hacer cuando me alejo del micrófono. ¿Así que van a ver que hago mucho porque soy hispano y hablo así, verdad? Pero. Me encanta hacer feliz a la gente. Y cuando alguien tiene la cara agria. Y los hago sonreír porque dije algo bueno o hice algo bueno. Me siento más feliz. Entonces es una de las cosas que más me completa. Pero al mismo tiempo, amigos míos, decepciono mucho a la gente. Soy lo que me gusta llamar un decepcionante en serie. Y les voy a explicar qué quiero decir con eso. Por ejemplo, mi papá pensó que yo iba a ser basquetbolista. Lo decepcioné. En este momento, mi jefe cree que estoy en la oficina haciendo un reporte. Lo es. Mañana va a estar decepcionado. Es más, cuando le propuse a mi esposa, yo le dije Los veranos te voy a llevar a la Riviera francesa. Los inviernos. Te voy a llevar a esquiar a los Alpes suizos. Te voy a llevar a safaris en África. Y honestamente, me cuesta llevar la Yonkers. Aunque no es fácil, así que decepciono mucho a la gente.

Ro Moran comparte su historia en The Pocantico Center en Tarrytown, NY en julio de 2022. Foto de Margaret Fox.

Pero nunca he decepcionado a nadie más que a la clase de 4.º grado. Ok, yo soy de El Salvador, pero en ese entonces yo estaba viviendo en Guayaquil, en Ecuador. Y el 4.º grado ya había entrado a la pubertad. Entonces era más o menos de la misma altura que soy ahora. Y todos estaban muy entusiasmados de tenerme a mí en el 4.º grado, porque como era más grande, era un poquito más fuerte. Ya tenía más o menos un poquito de bigote. Por fin le íbamos a ganar en futbol a los de 5.º grado. Ok, entonces estábamos entusiasmados. Yo también. Era algo curvo. ¿Verdad? Tenía el pelito para el frente, para el lado. Así que parecía más o menos como que era abogado de pueblo. ¿Verdad que iba a tener su primera entrevista así en el canal 12? Pero al mismo tiempo tenía una cola de ratón que me llegaba hasta las nalgas. Entonces era cool. También era Bad Boy. ¿Verdad? Entonces estaba todo el mundo estaba entusiasmado y yo también estaba bien entusiasmado. Emocionado porque estaba sentado al lado de Alisha. ¿Y Alisha me había encantado desde el primer grado, pero ahora, como era un poquito más fortachón, Alisha se sentaba al lado mío y hablaba mucho conmigo y me jalaba la cola, que yo sé que en ese entonces pensaba que así coqueteaban las niñas, verdad? Y cada día se acercaba un poco más su escritorio al mío.

 Entonces yo estaba muy feliz y también ese viernes yo por fin me iba a poder llevar a casa a nuestra iguana, a la mascota de la clase que se llamaba Iggy. Necesito las dos manos. Iggy era como de este vuelo y vivía en un tanque, como de ese tamaño y vivía en nuestra clase de 4.º grado. Y a todos nos encantaba. Jugábamos con ellos, los dibujábamos a cada rato. Todo el mundo estaba enamorado de Iggy. Y por fin me porté lo suficientemente bien, que me iban a dejar que el fin de semana me la llevara a la casa y la cuidara. ¿Así que vino el viernes y yo me fui a casa con el tanque así, verdad? No se preocupe, no lo boté, pero iba así. Y estaba entusiasmado. Y ese fin de semana con ella hicimos todo. ¿Bailamos? Bueno, bailé. Vimos películas. Vi películas. Escuchamos Duran Duran Ashley, que es todo lo que escuchábamos en ese entonces. Y estaba entusiasmado y eso me encantaba. Estaba tan feliz. Entonces, el domingo en la noche y es hora de acostarse, me bañé, vimos. Creo que soy Budderball o algo así, que es lo que salía en esos días. Y me acosté y le dije Buenas noches. Nos vemos en la mañana. Y en la mañana me desperté entusiasmado. Voy a contarles a todo el mundo todas las películas que vimos. ¿Y qué? Buenos días. ¿Y qué? Buenos días. No se movía. Eso dije yo también.

Ro Moran comparte su historia en The Pocantico Center en Tarrytown, NY en julio de 2022. Foto de Margaret Fox.

Entonces fui al tanque. Y dice así. ¿Y qué? No se movía un poquito más fuerte. Y no se movía. Y empecé a hacerle así. Y me agarré la colita que tenía. Y abrí el tanque y la toqué. Y no hacía nada y. Y la agarré. Dije yo. Tal vez el vértigo. Y la tiré al aire y la volví a agarrar. Pero no se despertó. Y empecé a gritar. Mamá, mamá, papá! Papá! Vengan, vengan! Y vinieron corriendo. ¿Qué pasó? Le dije. Algo le pasa ahí. Y mi papá la agarró. Y porque somos de la misma mentalidad, también la tiró al aire. Y no revivió. Y no sabía yo que pasaba. Y vi que mi papá vio a mi mamá y le hizo así. Y se me cayó el corazón. Y ese día, el lunes, tuve que ir a la escuela. Y fue el viaje a la escuela más horrible de mi vida. No sé si estaba lloviendo, pero definitivamente estaba lloviendo sobre mi carro. Y o en mi corazón. Y era un día oscuro y estaba tan triste. Y llegué a la escuela y todos los niños me venían a preguntar. ¿Cómo te fue con ella? ¿Qué hicieron, qué bailaron? Porque nadie sabe cómo son las iguanas y no sabía qué decirla. Sólo veía que mi mamá estaba hablando con el profesor. Y el profesor. Que me cae tan mal. Viene el frente de la clase y niños. Rodolfo tiene algo que contarles. Ni ni me dejó saludar ni nos dejó llegar a nada inmediatamente.

Rodolfo tiene algo que contarles, baboso. Entonces estoy frente a la clase de amigos. Compañeros. Les prometo que no fue mi culpa. Y yo hice todo lo posible. Y le di guineo y le di papaya. Y todas las cosas que nos han enseñado que comen las iguanas. Les prometo. Pero. Pero esta mañana cuando me desperté. Y no se despertó. Y empiezo a ver así como ustedes veía ojos llorosos y algunos que les temblaba el labio. ¿Verdad, Robby? ¿Que me estaba haciendo así? El profesor ni me quería ver. Me sentía terrible y no sabía que hacer. Pero amigos, no fue culpa mía. Yo hice todo, se los prometo y. Y vi que Alyssa se estaba alejando de mí. Su escritorio, que cada día se acaba más al mío, ahora se alejaba. No sabía que se quería meter la cabeza en la arena como si fuera una avestruz o algo así. Y. ¿Y si puedo salir corriendo a algún lado? ¿Y se acuerdan que todas las escuelas tienen esa ventanita en la puerta, verdad? Y veo por esa ventanita. Y veo a mi papá. Y. Y este viejo. ¿Qué hace aquí? Y abre la puerta. Y entra con el tanque y pone el tanque en medio del 4.º y ahí está, dando vuelta. Y mi papá se me queda viendo así todo feliz. Y yo voy viendo. ¿Y esta iguana zombie de donde salió y me siento y qué está pasando? Y voy y lo abrazo y mi papá me abraza y me tiene fuerte.

Ro Moran comparte su historia en The Pocantico Center en Tarrytown, NY en julio de 2022. Foto de Margaret Fox.

Y el que me estaba haciendo así le dice. Señor Morán. Señor Morán. ¿Qué hizo? ¿Qué hizo? Y mi papá es más mentiroso que yo. Entonces mi papá dijo Bueno, no me van, no me van a creer, muchachos. Mi papá no habla así. Solo estoy haciendo el acento para que vean que es una diferente persona. Pero miren, muchachos, no me cree lo que hice. Estaba la Juanita así. Entonces yo la acosté de pecho y agarré dos baterías y se las puse así en el pecho también. ¿Y dije Pero no revivió la Juanita? Entonces después hice. 123. 123. 123 y revivió la Juanita y todos se le quedaron viendo así. Hasta el profesor se le quedó viendo. ¿Y este loco quién? ¿Es verdad? Pero no me importaba, porque ahí estaba la iguana y estaba viva y yo ya no era el enemigo de la película. ¿Y le fui y le di un abrazo y dije Papá, papá, qué pasó? Me dice Hijo, no me vas a creer. Fui al Parque Centenario a ver si te encontraba otra iguana. Pero todas eran más grandes, eran muy rápidas. Yo estaba por todos lados tratando de agarrarlas. No pude, perdí un hijo, pero cuando regresé a la casa, ahí estaba, ahí dando vuelta por el tanque. Como que nada. Y me sentí increíble. Y me sentí tan, tan, tan, tan libre. Y de repente este otro profesor que les digo.

Que gran baboso. Se me queda viendo y como que es Steve Irwin hablando austríaco, australiano. Dice que no me van a creer lo que está pasando. Me le quedo viendo raro porque ya me caía mal. Me hice. Rodolfo. Tu. Tu 4.º tiene aire acondicionado. Sí, claro que sí. Estamos en Guayaquil en el verano. Es calentito. Obvio que tiene aire acondicionado. Me dice Rodolfo, no lo vas a creer, le digo. Qué loco! ¿Qué me dice Rodolfo? Lo que pasó con este es un gran evento. Tenemos que hablarlo. Es que a veces hay algunos reptiles que cuando se pone tan frío no aguantan esa temperatura. Entonces casi que entran en un momento de hibernación. Baja su, su, su su presión de sangre casi a una vez por minuto. Tanto así que. Que están como en hibernación. Están duermen, están dormidas, pero no están muertos. Solo se están protegiendo su energía para poder sobrevivir por si ese frío dura más entonces. Y no estaba muerto y estaba dormido y preservando su energía. Es increíble, Rodolfo. ¿Lo puedes creer? ¿Qué historia nos has dado hoy? Y me le quedo viendo. ¿Y este? Profe. Y tal vez no hubiera dicho eso el viernes. ¿Verdad? Tal vez no esperar a que Alyssa me odiara. Y me le quedo viendo a mi papá y mi papá me dice que ande con tanta ternura. Y me le quedo viendo a Lisa. Pero a Lisa se le queda viendo. Robby. Y me pongo a llorar. Gracias.

 

Parte 2

Prueba. Hace un año cumplí mi sueño más grande. Me convertí profesora de ingeniería biomédica en una universidad. Gracias. Y si me hubieran preguntado justo antes de empezar cómo me sentía, que ahora por fin iba a dar clases, les hubiera dicho feliz, por fin voy a enseñar. Y una cosa es lo que te imaginas y otra cosa es cuando la semana anterior te dicen listo, a partir de la otra semana tú eres la encargada. Sea la que va a dar la clase eres tú. Y ya ves cómo la haces. Ah, y a propósito, te toca dar la clase. La única clase en todo el currículo que tú nunca viste como estudiante. Ahí dije yo hoy creo que esto ya no estuvo tan bueno. Y es que, además de todo, yo soy la única profesora latina en mi departamento. Yo trabajo en La Florida y yo sentía que además yo no me puedo, yo no puedo ser mala. Las profes gringas y los profes gringos ellos pueden ser malos porque nadie va a decir ah, es que fue el profesor Green. ¿Es que ellos no sirven para dar clases, pero si lo haces y yo lo hacía mal, pues eso es otra cosa, verdad? Bueno, mi clase se llama Fundamentos de Ingeniería Biomédica. Mi tarea es enseñarle a nuestros estudiantes a aprender cómo aplicar todos esos conceptos de biología, química, física, todas esas cosas que ustedes están aprendiendo en el colegio y que mis estudiantes aprenden en los primeros semestres cómo aplicarlas a la biomedicina y la ingeniería biomédica.

Ana María Porras comparte su historia en The Pocatinco Center en Tarrytown, NY en julio de 2022. Foto de Margaret Fox.

 Pero bueno, hay varios problemas. Primero yo hacía como cinco años que no veía, calculo. O sea, me toca volver a aprenderlo todo. Segundo, yo les voy a confesar que soy ingeniera, pero odio la física, o sea, de verdad no la entiendo, no me gusta, no va conmigo. Y además lo mío es como la biología. Yo hace rato no veía química no balanceado, una ecuación, una reacción química, o sea, me iba a tocar volver a aprender todo, absolutamente todo. Pero bueno, al mal tiempo, buena cara. Por fin iba a empezar mi sueño. Está bien. ¿Yo como decíamos ahorita, uno se ríe ante las situaciones absurdas y ya toca para alante, verdad? Llegó mi primer día de clase, tenía muchos nervios así como hoy, y es que me da muchos nervios que los estudiantes descubrieran que yo odiaba la física, que hace mucho no veía cálculo y que en realidad de química no sabía tanto. Pero bueno, el primer día llegó, me fue bien. Bueno, claro que ese primer día lo único que hice fue explicar cómo íbamos a calificar, pero bueno, el segundo día también bien, ya uno empezaba a ver que habían cabecitas que se movían así como que la gente estaba entendiendo y poco a poco fuimos aprendiendo juntos y empezamos a desarrollar relaciones con los estudiantes de nuevo. Yo vivo en la Florida y muchos de mis estudiantes son latinos.

 En mi clase hay Sofía e Idas, Juan Diego, Alejandro muchos, muchos me dicen profe, profesor, profesor, doctor uno de vez en cuando mes que está bien. Bueno. Y así, así, poco a poco, gracias específicamente a la confianza que ellos me daban, empecé yo ya a sentirme más cómoda y pasó todo el primer mes. Hasta ahora ninguno de mis miedos se habían materializado, no se habían dado cuenta de que yo básicamente aprendía lo que tenía que enseñar el fin de semana anterior y luego se los enseñaba y todo iba súper bien. Y hay algo que no les he contado y es que como yo era profesora nueva, yo no era la única profesora de esa clase, sino que tenía un compañero que era mi instructor. Mi instructor llevaba un mes en licencia de paternidad y el primer día que él vuelve al salón de clase me empiezo a dar cuenta de varias cosas. La primera, que obviamente él es mucho mejor que yo, porque llevando esta clase muchos años. Y la segunda, que los estudiantes a él siempre le dicen doctor Phelps, profesor Phelps. Y ahí me doy cuenta yo que a mi me dicen profe, profesor, doctora. ¿Y de nuevo, como les dije hace un ratico, de vez en cuando mes señorita Porras, verdad? Y no, pues empiezo yo a pensar. ¿Uf, será que esto está en mi cabeza? ¿O será que sí está pasando? Bueno, fue solo una clase.

 Vamos a ver, espero yo dos clases más y me doy cuenta que no sé si está pasando. A él siempre le dicen doctor Phelps, profesor Phelps y a mi todavía de vez en cuando mis porras. Y no es que a mí me importe que me digan doctora Porras o profesora Porras todo el tiempo, porque no me importa. Pero sí es preocupante que al profesor que es hombre siempre le digan doctor y profesor, y a mí, que soy mujer, me digan Messi. Y bueno, al principio decía bueno, tal vez el beneficio de la duda. ¿Mis estudiantes son de primer y segundo año, pero tengan en cuenta primer y segundo año de la pandemia, que quiere decir? En realidad son más como high school. De pronto es una cosa como de falta de madurez. No sé, no sé qué hacer. No sé si cuando pasa le digo al estudiante individualmente que esto no puede estar pasando. No sé si debería decir algo en frente de toda la clase, no sé si debo hablar con mi instructor, no tengo la más remota idea qué hacer. Entonces empiezo a preguntarle absolutamente todas las mujeres, profesores de ingeniería que conozco, incluyendo mi propia mamá y mi mamá me dice algo que se me quedó para siempre en la cabeza, que tenía que tener mucho cuidado si iba a decir algo delante de toda la clase, porque como nos estaba diciendo, cuando los estudiantes se sienten enemigos de uno, es muy difícil recuperar esa confianza y es muy difícil ganárselos de vuelta.

Ana María Porras comparte su historia en The Pocatinco Center en Tarrytown, NY en julio de 2022. Foto de Margaret Fox.

 ¿Entonces, qué hacer? Le pregunté a todas las profes que se me ocurría a todas las de mi departamento, que además mi departamento es único porque la mitad somos mujeres. Es algo muy, muy raro en ingeniería y absolutamente todas me dijeron que a ellas les había pasado lo mismo y que tal vez yo sólo me había dado cuenta tan rápido porque mi instructor era un hombre y normalmente uno dicta una clase sola y se demora varios años en darse cuenta. Pero incluso entre ellas había conflictos. O sea, el 50% me decía no, simplemente díselo al estudiante que te diga eso. Otros en frente del salón de clases. Es decir, volvemos al principio, me toca a mí tomar la decisión y la profe bebé que no sabe nada. Entonces decidí. Al final decidí que yo tenía que decir algo. Y pensé que tenía que decir algo porque mi clase es la primera en toda la serie de la carrera. Y como les decía, la mitad de las profesoras de mi departamento son mujeres. O sea, tenía que hacerlo por todas para que estos chicos que estaban llegando primero a mi clase, chicos y chicas, pues supieran cómo dirigirse a las profesoras en el futuro. Entonces, listo. Bueno, de nuevo, una cosa es lo que uno se imagina y otra cosa es la práctica. Ahora, listo. Ya tomé la decisión.

 ¿Ahora qué hago? Uno. ¿Cómo empiezas esa conversación? ¿Cómo les dices? O sea, no sé, no sé qué hacer. La ensayé mil veces. O sea, muchas, muchas veces con mucha gente. Pero en el momento en el que ya entré yo al salón de clases ese día, a mí se me olvidó todo. Como decimos en Colombia. Yo borre cassette. Todavía no me acuerdo bien lo que dije. Sea cuando me da nervios empiezo a hablar rápido. Yo creo que hablé como 15 minutos y se supone que iba a decir algo corto. No me acuerdo específicamente qué dije. Me acuerdo que me temblaba la voz, que casi lloro y por dentro era como no puedes llorar, no puedes llorar, es lo último que puede pasar es que llores como por favor, fui capaz de hablar. No, no me acuerdo exactamente lo que dije, pero me acuerdo que hablé de respeto, que era algo que habíamos hablado mucho desde el primer día de clase hablamos que a veces uno le falta el respeto a las personas, sin saber que todos tenemos sesgos, que a veces nos nos impiden tratar a las personas como se lo merecen en base a su identidad. Lo que sí me acuerdo es que terminé ese discurso porque me acordé de mi mamá como para no sonar tan regañona, me acordé de decirles que bueno, el respeto es de dos direcciones. Entonces que si yo les había faltado el respeto, tal vez usando el pronombre que no era o pronunciando mal su nombre, por favor me lo dejaran saber.

Ana María Porras comparte su historia en The Pocatinco Center en Tarrytown, NY en julio de 2022. Foto de Margaret Fox.

Y de vuelta a los reactores y las masas. Volvimos a la clase. Ahí me pasó algo estilo aquí. ¿Alguien ha visto Charlie Brown? Sí, como cuando la profesora del habla y el fondo escuchan a mamá. Así me escuchaba yo a mí misma. Más redacciones, mamá. Y por dentro tenía toda una tormenta en mi cabeza de. Me están mirando mal. No me están mirando mal. Eso está como bravo. No me está viendo. Ella está sonriendo. Creo que lo hice mal. No sé. Creo que soy la peor profesora. No sé si será que lo hice bien. O sea, así como todo. Como la siguiente media hora. Y después de eso, ese día me pasaron dos cosas que yo no esperaba. Como respuesta a mi discurso. Quiero que me traten con más respeto. Quiero que me digan profe, profesor. Doctora. Esa clase era de hora y media y en la mitad, como era tan larga, teníamos un descanso en el descanso. Una de mis estudiantes venezolana, ella, Sofía, se me acercó a decirme que se sentía orgullosa de mí por lo que había dicho y que no era justo que algunos estudiantes me trataran así. Obviamente se fue como wow, el mejor resultado posible. Yo volvía al salón de clase así como soy la mejor super humana Mujer Maravilla. Y seguí de nuevo otra vez. Volviendo a los reactores.

Y más azul. Bueno, a mi me gusta mucho el aprendizaje activo. Entonces tenía un ejercicio planeado que involucraba la participación de estudiantes. Entonces, listo. Seguimos con la clase. Tuve que pedir un voluntario. Alzó la mano otra estudiante latina e ida y yo super feliz. Mis latinos como empoderados como uno dice que no tiene favoritos, pero la verdad es que si tiene favoritos y yo súper feliz pasé adelante y me hice profesora. Es que primero le tengo que decir algo. Es que yo no me llamo Aida, yo me llamo Ada. ¿Y yo no? O sea, así como robot, como quiero que clavarme un huequito aquí, que me trague la tierra. Por varias razones. Primero llevamos un mes de clase, o sea, yo llevaba diciéndole a ella ida un mes. Segundo, ella es colombiana, yo soy colombiana, yo sé que ella es colombiana. O sea, yo debía haber sabido que su nombre era Aida. Además, yo era mentora de ella en un programa de la universidad. Es decir, no solo ella era mi estudiante en el salón de clases, sino que llevábamos un par de semanas ya reuniéndonos. O sea, yo sabía que su papá era de Cali, Buenaventura de Colombia, que había llegado a no sé cuántos años. Ella lo que quería hacer sabía un montón de cosas de ella y yo no me sabía su nombre. Pero el colmo, como decimos en Colombia, tenía huevo. O sea, el colmo del descaro es que yo acababa de hacer lo mismo, por lo que yo paré 15 minutos al inicio de la clase dándoles un discurso de respeto.

¿Entonces yo me sentía horrible, nada lo tomó súper bien, simplemente me dijo cómo va? Solo para que sepa, pero gracias. Ya, pero yo de nuevo el resto de la clase seguimos en los ejercicios y yo escuchaba a mi mamá y por dentro yo soy la profe peor profesora además. O sea, qué decepción con mi latinidad que no fui capaz de pronunciar su nombre. ¿Bien, o sea, qué me pasa? Todo está mal. Bueno, y así durante varias semanas seguía recordando ese momento de una manera súper agridulce. Entonces dulce, porque tuve la capacidad de hacer lo que hice, pero sobre todo agrio y amargo porque ahí estaba yo pensando que mis estudiantes eran o inmaduros o que tenían un montón de sesgos y que trataban a las mujeres de manera distinta. ¿Y yo estaba cortada con la misma tijera, verdad? Pero bueno, ya han pasado unos ocho o diez meses y ahora creo que la manera como más recuerdo ese momento es con orgullo. Orgullo porque como dijo Sofía, fui capaz de hacer algo que me daba mucho miedo y sobre todo orgullo, porque lo que sí es cierto es que logré que hubiera tal respeto y comunicación en mi salón de clase, que Ada se sintiera lo suficientemente empoderada para corregirme y enseñarme que todos teníamos los mismos sesgos.

 

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